10 julio, 2016

Evocación ausente













La lluvia de la tarde grita abandonos que se estampan contra el pavimento como astillas de hielo.


La tarde se mueve como una nube seca que deambula su propio abandono,
su voz cae en gotas líquidas que flotan sus realidades y sin remedio se precipitan contra las piedras y estallan sus largos lamentos.



Ya no hay tierra, ni raíces que transformen la espera.

Tu mirada no atisba más un solo guiño y tu voz es un horizonte de montaña siempre lejana.

Y aquí, los árboles fueron desterrados y al cielo ahora lo sostienen gigantes metálicos entre telarañas de luz y rayos.

Y sólo aquí, donde habita el olvido, un gato es el único ser capaz que escuchar los lenguajes del fuego seco y el viento.





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