22 septiembre, 2013

Nanoargucias IV - 6 palabras


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Huyó olvidando la luna tras la ventana...



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¿Escuchas?... un libro estalla universos inimaginables.


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Leía cuando un beso tinta escapó...





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cinceló su último golpe... gritos brotaron.


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Beso un mármol... la diosa sonrojó.






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Un río anudo la laguna, llovió



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Aprender a leer es la LIBERTAD





15 septiembre, 2013

Nanoargucias III - 6 palabras



  • Lluvia crepuscular deslavas caricias de cielo..






  • Miras amanecer... un sol encripta besos
 








  • Renace la Música.. sólo brotan cantos...




  • La miro alada... la nombró Lilith







10 septiembre, 2013

L'luvia



Dime lluvia... ¿porqué tu voz me sabe a mar enmarañado?
Pero la lluvia se enreda a la niebla blanca inapresable. Insomne somnolencia que recorre como un susurro líquido, el aire y la lejanía que vuelve a la bruma donde el alma del albatros dormita sus vuelos.
La Luna es sólo una lumínica insinuación que se despeña como voz del agua hacia la tierra, del estrépito nace el aroma húmedo del prado.
Sí, esta lenta lluvia, sin principio ni fin, marina de cielo donde quedan enredados los recuerdos, piel del atardecer con que se ungiera luz al mundo y la aurora, da sus frutos tras una nocturnidad donde se enredan sueños y suspiros.





Es la misma lluvia que recorre eternamente la epidermis de la oscuridad. Esta lluvia con la nostalgia labrada en latidos de tinta, que entrelaza flores y danza en las precipitaciones.
Los latidos nacieron tarde y al otro lado del mundo; en orilla de una finisterre que convierte en cristales de lejanía hasta el más cercano recuerdo. Aquí, en este límite del mundo la tierra tiembla como un bramido que aúlla sus propias tormentas y, la voz del agua se despeña como cascadas de tinta inundando páginas que nunca serán leídas.
Y la lluvia cae, traza palabras que diluvian con una voz que cuchichea susurros de ninfa hasta disolverse en noctámbulos escritos que anegan la mirada.
Esta lluvia, que deambula el viento, es una esquirla del destino que desciende por el desierto como aguacero y narra en líneas de horizonte, sus propios aleteos, ahí se disuelven los bramidos del firmamento hasta despejar la mirada del universo que pestañea divinidades.